La
coma es uno de los signos de puntuación de nuestro idioma más importantes. Su
función fundamental es indicar en el enunciado pausas breves.
Se
la usa, entre otras posibilidades, para separar elementos en una enumeración
(El ramo estaba compuesto por rosas, claveles, amapolas y tulipanes), para
encerrar elementos explicativos (Javier, que estaba distraído, se sobresaltó),
para indicar la omisión del verbo (Esteban jugaba en el patio y Juan, en la
cocina), para aislar el vocativo (Yo quiero decirte, amiga, que cuentes
conmigo), etc.
¿Y
por qué afirmamos que es "tan importante"? Simplemente porque su uso
(o su mal uso) en la lengua escrita puede cambiarle el sentido a una oración.
Si no, lean la siguiente expresión:
.
Si
el hombre supiera realmente el valor que tiene la mujer andaría en cuatro patas
en su búsqueda.
.
¿Se
entendió el sentido? Podemos decir que sí, pero ¿no es un poco confusa? ¿Quién
andaría en cuatro patas, el hombre o la mujer?
Agreguemos
una coma:
.
Si
el hombre supiera realmente el valor que tiene la mujer, andaría en cuatro
patas en su búsqueda.
.
En
este ejemplo, las mujeres, contentas. Pero cambiemos la coma de lugar para
beneplácito de los hombres:
.
Si
el hombre supiera realmente el valor que tiene, la mujer andaría en cuatro
patas en su búsqueda.
.
¿Cambio
radical, no?
.
Por
último, una anécdota atribuida a Carlos V cuenta que en una ocasión le pasaron
para firmar una sentencia que decía: "Perdón imposible, que cumpla su
condena".
El
emperador se sintió magnánimo y antes de firmarla cambió la coma de sitio y
también la suerte del condenado: "Perdón, imposible que cumpla su
condena". Lo que realmente demuestra que una coma puede cambiar la
historia.
.
"La
coma, esa puerta giratoria del pensamiento"
(Julio
Cortázar)
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